miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cartas a un extraterrestre.

Querido alien!

Te importa que te escriba? Es que no quiero molestar a nadie, y tu seguramente ni siquiera estas allí, aunque haya tanta gente seria y adulta que te envía mensajes constantemente. Me hace ilusión mandar palabras al espacio exterior, sabiendo que, quizás, haya una superpequeñísima posibilidad de que me escuches. Y si me contestas, imagínate que guay, todos mis amigos se quedarán flipando!! Aunque no se lo diré a nadie, claro. No te preocupes.

Pues nada, por hoy no te escribo nada mas, que aun no nos conocemos y me da verguenza.

Siseramente tuyo,
Pepito, el del tercero.

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Querido alien!

No te importa que te llame asi,verdad? No es que te imagino como el alien de la peli, que va, simplemente la palabra "extraterrestre" es muy dificil de escribir. Me he equivocado tres veces al intentarlo. Pero si lo prefieres...
Hoy comí espaguettis, estaban riquísimos, aunque tenía tanta hambre que me hubieran parecido igual de ricos aunque fueran de esos que se calientan en el microondas. Y merendaré una empanada con jamon y queso. Tengo que alimentarme bién, porque el cerebro gasta mucha energía, como dice mi abuela. Aunque creo que mi cerebro no va muy bien, por que, por mas que estudie, sigo engordando.
Te preguntarás por que te escribo todo esto? Pues oí en un programa que, ya que no saben nada de ti, intentan enseñarte algo de nosotros, y por eso te lo escribo, para que sepas como es la vida de los jovenes terrestres. (bueno, lo de joven es un decir, mi abuela me dice que seré joven cuando cumpla 13, pero ya me siento somo tal). Si te interesan otras cosas, puedes decirmelo, que te las escribo!

Siseramente....
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Querido extraterrestre,

Es muy dificil escribir a alguien sin saber que existe. Esta es la decima carta que te envío, y nisiquiera me has guiñado una estrella como te pedí. Las estuve mirando casi toda la noche, hasta las 12. Y si ya te he cogido cariño, y tu vas y no existes? No es justo.
Hoy he estado toda la tarde limpiando el patio de trastos, para que puedas aparcar tu platillo si al final decides venir a abducirme. Me gustaría mucho, aunque no se muy bien lo que significa. Le pregunté a mi abuela, pero se puso roja y me dijo que pensara en otras cosas. Creo que ella tampoco lo sabe, o se le habrá olvidado ya, es muy viejita.

Bueno, espero poder verte pronto, que a mi también me interesa como vives y tal. Recuerda que la mia es la tercera ventana desde el suelo, segunda desde arriba, en la esquina al lado del canalon.

Siseramete tuyo,
Pepito, el del tercero.

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Querido extraterrestre!

Que tal en el espacio? Sigue igual de infinito? hoy vamos a comer tortilla, la voy a hacer yo, porque vienen mis amigos, y si no la hago la abuela dice que sólo tendremos para merendar ajo y agua. Mis amigos me caen muy bien, pero tu eres muy especial para mí y no te voy a olvidar sólo porque vengan ellos. Sabes, ya he comprendido por que no contestas, seguramente es por que no tienes dedos. A que he acertado? Y sin dedos, claro, como vas a escribir emails. Seguro que intentas comunicarte conmigo telepaticamente, y creo que a veces ya te percibo, como el miércoles en el examen de cono, cuando no tenía ni idea de donde quedaba el concejo de Tineo, y de repente-paf!- lo vi en el mapa en blanco como si estuviera dibujado allí. Eso sí, cuando moví los ojos, se movió también el concejo de tineo, y lo acabé dibujando en algún lugar del mar cantábrico. Suspendi, claro. Tenemos que perfeccionar esta forma de comunicación.
Bueno, te dejo. Ya que no puedes escribirme, piensame cuando quieras, estaré esperando.

Un abrazo,
Tu amigo Pepito.

martes, 10 de noviembre de 2009

La penumbra reinaba en el desordenado salón de mi casa, cuando, aprovechando mi distracción, se acercó sigilosamente, a traición, por la espalda, y se apoderó de mi con un fuerte zarpazo. Yo no podía hacer nada, no tenía medios para oponerme a ella, ni siquiera podía gritar para pedir auxilio – me tenía presa, hipnotizada. Después de tenerme dos horas inmóvil en el sillon, me soltó un momento, para que yo, como en trance, bajara a pagar el parquing del coche hasta las 11 de la mañana. No me dejó ni vestirme, solo me quedaba rezar que los pantalones de leopardo del pijama pasasen por alguna nueva moda. Para pasar desapercibida, para no llamar la atención de nadie que pudiera socorrerme. Al volver, vi a la vecina de primero desatando la bici de la valla, para entrarla en casa. Llevaba el mismo propósito que yo. Levaba el mismo pantalón que yo. También ella, estoy segura, tuvo que mandar mensajes tranquilizadores a familiares, compañeros y amigos, – "estoy bien, solo un poco mala, mañana me quedo en casa, cogedme la practica del lunes".
Las tardías horas dejaron de impresionar, el reloj ya no apremiaba con el constante avance de su tic-tac. El tiempo ya no era importante. El día de mañana se presentaba desolado, vacío de contenido, cubierto por una calma gris que ya me atrapaba por adelantado con su tranquilizante viscosidad. Estaba total y irremediablemente perdida, atrapada, a su merced. Era ella, única, temible y deseable: pereza.